Piensos del Autor

El Jefe Algoritmo

Ayer en un Uber le comentaba a mi co pasajera del audio libro que actualmente estoy escuchando. “21 lecciones del siglo XXI”, de Yuval Noah Harari. La plática de ese libro la motivó que la Srta. Uber (dícese de la conductora que contacté para transportarme, a través de la aplicación UBER) me preguntó si seguía el GPS para llegar al destino. Y yo muy ufano le dijo que no.

Y guainot, inicié con mi co pasajera un tema de conversación políticamente incorrecto cuando se está detrás de un conductor de UBER: Cómo la inteligencia artificial y/o los algoritmos están tomando decisiones por nosotros.

Y es políticamente incorrecto porque: (i) si hay un oficio que parece inminente será desplazado por la inteligencia artificial, son los conductores de UBER (cuando esta aplicación cuente con vehículos que “se manejen solos”); y (ii) si hay un oficio cuya pauta se se la marcan los algoritmos, es de conductor de UBER (los algoritmos marcan donde hay tarifa dinámica, a qué conductor le corresponderá qué solicitud de viaje…).  

No sé si al escuchar mi fatalista narrativa de cómo el ser humano sucumbe frente al “jefe algoritmo”, la Srta. Uber atinó a pensar que su oficio no tardaría en ser víctima de este “jefe algoritmo”; o si fue por un simple ánimo humanista de reivindicar la especie humana, que ella me dijo: “pues sí, pero el ser humano es la máquina más perfecta, tan es así que esta máquina perfecta crea esas otras llamas algoritmos, y los algoritmos siempre dependerán de un ser humano que los cree y les dé mantenimiento”.

Con el ánimo de ya no ser hacer más comentarios políticamente incorrectos, me limité a decir: “pues sí”. Y callé lo que pensé en ese momento: “cierto, los algoritmos dependen de los seres humanos para ser creados, pero no de todos los seres humanos; de ahí que los seres humanos ajenos a la creación/mantenimiento/diseño de estos nuevos jefes cibernéticos, muy probablemente estarán a merced de estos”.

Llegamos al destino que inicialmente marqué a la aplicación y estaba cerrado. En eso le llegó a la Srta. Uber la notificación de un nuevo viaje, y con cierta prisa me dijo: “Apúrale de poner el nuevo destino, antes de que me llegue otra notificación de viaje”.

Puse el nuevo destino, también estaba cerrado, y le llegó otra notificación de viaje a la Srta. Uber, la cual irremediablemente aceptó. Y externó prisa por bajarnos en algún lado, para poder llegar pronto a su nuevo viaje solicitado. ¿Por qué? Porque si volvía a rechazar ese viaje para complacer a sus pasajeros en tránsito, el algoritmo de UBER la podía sancionar.

Sí, la defensora del humanismo acató los designios del “jefe algoritmo”.

¿Otra ironía? A mi el destino me castigó con dos restaurantes cerrados, por aferrarme a ir a cenar al lugar que yo quería, y no al que algún “jefe algoritmo” me hubiera aconsejado después de haber confirmado con su sitio de internet o redes sociales, que estuviera abierto.

Plop.

Compártenos tu opinión

Related Posts

Sin resultados.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Fill out this field
Fill out this field
Por favor, introduce una dirección de correo válida.