Hay un adagio que dice “recordar es vivir”. Ciertamente los recuerdos dan importantes satisfacciones y alegrías. Pero si no recuerdas, también puedes vivir muy bien. Inclusive el descorbatado autor se atreve a decir, que alguien sin recuerdos o sin memorias, puede alcanzar alegrías que difícilmente pudiera tener alguien que sí recuerda.
Los seres humanos tenemos la capacidad de recordar, algunos más que otros. Pero hay personas que por azares del destino o del ADN, pierden facultades mentales. Entre ellas la de recordar.
El descorbatado autor tiene la oportunidad de convivir con una persona que ha ido perdiendo su facultad de recordar. Y ello ha sido todo un aprendizaje. La falta de memoria tiene sus ventajas, de las cuales podemos aprender quienes sí tenemos recuerdos, para a conveniencia, de vez en cuando bajar el switch, y gozar de esas mieles que da el no recordar.
La primera gran ventaja, es que puedes disfrutar una sola cosa varias veces. A las nuevas generaciones nos echan la culpa de que hemos perdido nuestra capacidad de asombro. Y a lo mejor es cierto. Pero ello es consecuencia que gracias a la tecnología y a la modernidad en general, hemos tenido la oportunidad de ver o disfrutar de manera sencilla y continua, cosas que antes era más complicado tener.
Pero si no tienes memoria, puedes disfrutar de una manera impactante cosas sencillas. Como un día lluvioso (inclusive cada diez minutos), porque no tienes recuerdo (o al menos no tan claro) de todos los días en que has visto llover. O puedes saborear de manera descomunal un platillo (inclusive cada tres bocados), porque no recuerdas todas las cosas que has comido.
Lo anterior está de la mano con la segunda ventaja: realmente disfrutas el momento. Como no tienes recuerdos, no hay diablos del pasado o remordimientos que te atormentan.
Tercera ventaja: No te afecta si la demás gente te olvida. En este siglo XXI, donde la vida corre tan rápido entre otras cosas producto de la evolución en las comunicaciones, a veces los jugadores de este juego llamado vida, perdemos sensibilidad para ocuparnos y preocuparnos de los demás jugadores; máxime si esos otros jugadores no tienen la capacidad de ir tan rápido como nosotros (por cualquier motivo, entre ellos la falta de memoria).
Pero si no tenemos memoria, qué importa la actitud de los demás jugadores. Si vienen y visitan, reímos y la pasamos bien. Si no vienen ni hablan, no pasa nada; ya que no nos acordamos de ellos durante su ausencia. Y por lo mismo, no se generan rencores o sentimientos encontrados.
Cuarta ventaja, realmente haces lo que quieres. La memoria nos puede aportar muchas limitantes y prejuicios: porque “ya no estamos en tiempo de ello”, “socialmente no es correcto”, o por alguna experiencia que generó un sentimiento encontrado.
Pero si no tienes memoria, qué diablos. Haces lo que quieres y ya. Sin importar si es infantil (como imitar “al chavo del 8”), o socialmente mal visto (como ver videos reguetón, o celebrar la navidad antes de tiempo).
Lo que sí es un hecho, es que si no tienes memoria no puedes sobrevivir en esta jungla llamada planeta tierra. Particularmente en las partes de esta jungla que están tapizadas de asfalto, ahí es donde más necesitas la memoria para sobrevivir. Pero si la persona sin memoria cuenta con un asistente, no pasa nada (y particularmente si el asistente es sin corbata).
El descorbatado autor llegó a conocer a una persona de edad (ya muy) otoñal, cuya mayor ilusión era volver a empezar a vivir su vida, pero con el banco de memoria que ya había logrado acumular. Ciertamente de haberlo logrado (si no es que por alguna desconocida razón ya lo logró), hubiera sobrevivido y triunfado en esta jungla de asfalto como ningún otro. Pero no estoy tan seguro de que hubiera disfrutado tanto como su antítesis: alguien en edad madura sin memoria.
La memoria te da placeres muy especiales: sentir que vuelves a vivir gratas experiencias, facilita la socialización y compartir con otras personas, y otros más… pero de vez en cuando, puede no ser tan mala idea bajar el switch…