El rollo de las brechas generacionales ya nos lo sabemos: Generación x, Millennials, Generación Z, y se especula que luego viene la generación T, que, según Wikipedia, es T de “táctil”.
Pero a mi descorbatado juicio, la que viene es la generación “D”: ¡Dejen de publicar mi vida, mamá y papá!
A los niños que están naciendo después del 2010 no los marcará tanto la facilidad de interactuar con medios digitales directamente con las manos, creo yo, tanto como el hecho de que un día, a media pubertad, se den cuenta que toda su vida –cesárea, su primer baño y las coreografías de sus festivales escolares– ha sido publicada en redes sociales sin su consentimiento.
Ante el ciberespionaje, las constantes noticias de cómo las redes sociales utilizan nuestra información para manipularnos (como el caso Cambridge Analytica y Facebook), y las notas periodísticas que revelan como es que el estar subiendo fotos (de viajes, carros, hogar) facilita la actividad de los delincuentes del mundo real, es que muchas personas optan por ser más reservadas y no publicar fotos que revelen sus pasos por la vida.
-Pero yo tengo mi cuenta “cerrada” y sólo puede ver mis fotos quien yo acepto.
-Eso y creer en Santo Clos es lo mismo.
Si hay personas que de motu proprio deciden revelar a dónde viajan (equivalente a que días dejan su casa sola y cuál es su poder adquisitivo), qué lugares visitan, y con quién se juntan, está bien; cada quien es libre.
Pero como dijo Derbez: “¿qué culpa tiene el niño?”
Los riesgos de seguridad son evidentes
Imaginemos a alguno de los tantos niños que hoy tienen alrededor de dos años.
Seguro que ya te memorizaste, aunque sin querer, cómo es su cara, qué le gusta comer, a dónde ha viajado con sus papás (y, por ende, su poder adquisitivo), en qué colegio estudia, cuál es el carro en que lo mueven, cómo le dice su mamá / papá, en qué horarios está en su casa, etc… ¿Y si alguien más tiene esa información y no es de confianza?
O imaginemos que ese niño a los 12 o 14 años abra su Instagram por primera vez y ¡pum! descubra cómo su vida ha estado expuesta al público desde antes que él quisiera.
¿En qué momento el niño puede gritar: “¡Ya, papás respeten mi privacidad y dejen de publicar cosas de mí!”?
O pensando en la otra cara de la moneda: al ver que toda su su vida ha estado siendo exhibida, se despierte en el niño un espíritu voyerista…
La imagen, voz y privacidad son derechos de cada persona
¿Y en el caso de los menores de edad? Quienes tienen la patria potestad sobre ellos (en principio, los dos papás) deciden sobre sobre la imagen, voz y privacidad de sus hijos.
Tip belicoso: Si el papá está subiendo fotos del hijo todos los días, y la mamá no está de acuerdo, la segunda puede demandar al primero (sí, por este tipo de cosas es que nadie nos quiere a los abogados).
Volviendo a la pregunta de cuándo el hijo puede reclamar a sus padres el uso de su imagen sin su consentimiento expreso: En principio, a los 18 años, que es cuando alcanza la mayoría de edad y tiene la facultad de tomar decisiones respecto a su imagen,voz y privacidad.
A menos que, siendo menor de edad, inicie un procedimiento judicial para que un juez lo faculte tomar de decisiones contrarias a lo que disponen quienes ejercen la patria potestad.
Se me ocurren un par de ideas para ganarse la empatía de la generación D:
- Redes sociales que permitan a un usuario de cierta edad borrar toda la información que de él hayan subido sus papás.
- Políticos que propongan una reforma de ley para que los adolescentes desde temprana edad tengan la facultad de limitar el uso indiscriminado que sus padres hacen de su imagen, voz y privacidad
Dicen que cada niño elige a sus papás, pero no hay que abusar de eso…