Hoy el descorbatado autor traerá a colación una experiencia muy singular. Era uno de esos días en los que se trae corbata. Y después de arduas confrontaciones entre el representado del descorbatado, y la otra parte, nos sentamos a negociar para poner fin al conflicto.
Para bien o para mal, encomendaron al autor la elaboración de un convenio para establecer qué se pactaba en este momento, y qué se comprometían a hacer las partes en lo subsecuente, para poner fin a la disputa. Probablemente lo encomendaron al autor, porque al parecer cuando trae corbata, emana confianza.
El descorbatado redactó el convenio de la misma manera en que escribe dentro de este espacio: escribiendo lo que consideró valía la pena, y de la manera que consideró correcto.
El Abogado de la otra parte, quien por cierto es un excelente profesionista, al leer el documento propuesto consideró que el mismo era demasiado…mmm…. La verdad no puedo poner adjetivo. Porque no recuerdo que él lo haya puesto. Pero lo que sí recuerdo muy bien, y da motivo a la presente publicación, es que le dijo al autor de la presente: “¡Tienes que ser menos litigante!”.
¿Cómo se puede interpretar lo anterior? Que el documento era demasiado proteccionista para mi representado, turbo proteccionista para mi representado, cuidando a ultranza no dejar cabos sueltos.
Ahora bien, vuelvo a la expresión que motiva la presente entrada: ¡Tienes que ser menos itigante! La respuesta inmediata a ello, es la pregunta que le hago a Ever (el entrenador) cuando me pide cargar un cierto peso: La idea es buena, pero… ¿se puede?.
Los litigantes somos abogados que nos dedicamos todo el tiempo, o la mayor parte de él, a representar a nuestros clientes en juicios. Es decir, siempre estamos En Garde!, tête à tête con con la contraparte (así con galicismos se lee más chic, lo que comúnmente se podría denominar vivir de la greña).
Y en este país, tan lleno de sabores, folclor y mexicanos, estar representando una causa ante los órganos de impartición de Justicia del Estado, es toda una aventura.
Entre los planes del descorbatado autor, no está saltar de un avión. Ni cuento entre mis aficiones el apostar. Ello lo atribuyo a que mi personita segrega toda la adrenalina que necesita, cada día que se pone corbata, para ser partícipe en la materialización de lo que considero el más alto nivel de civilización humana: que en caso de un conflicto, un tercero decida quién tiene la razón, y ejecutar la misma.
Un Maestro decía, que nos podíamos considerar buenos litigantes cuando ya en la noche, después de haber presentado una Demanda de Amparo, no pudiéramos dormir por estar contando una y otra vez el plazo de presentación. Estoy seguro, que a lo que él se refería no era a la irresponsabilidad de presentar algo el último día, y estar contando y recontando se realmente estábamos en el último día, o si ya había vencido. A lo que se refería a es a la paranoia procesal, con la que vivimos los litigantes.
El litigio mexicano es una amalgama de leyes, reglamentos, acuerdos, circulares, plazos fatales, precedentes judiciales (a veces contradictorios), formalismos, y seres humanos. Por lo que vivir en este foro, a algunos nos vuelve animales muy nerviosos.
Cuando un litigante está pollito, constántemente vive lo que Diderot denominaba L’espirit de l’escalier. Que es tener una idea ingeniosa, ya que es demasiado tarde… Algo así como lo que vivió nuestro actual presidente, después de aquella Feria Internacional del Libro en Guadalajara, cuando le preguntaron por sus tres libros favoritos. Sin lugar a dudas, después ese episodio nuestro ahora primer mandatario pensó: “Debí de haber…”.
No es que quiera decir ya me considero un litigante gallo (¿o sí?), pero después de algunos (o muchos) “Debí de haber…” acumulados propios de la etapa pollito, ya uno no sólo se cuida la espalda…
Y lo anterior se acentúa en alguien como el que escribe. En este espacio se va a hacer una confesión (redoble de tambores): El descorbatado autor, de chiquito se la pensaba mucho para subirse a los caballitos del carrusel. ¿Por qué? Por el gran espíritu de conservación que siempre ha reinado en mi personita. Antes de subirse, había que evaluar si el movimiento era lo suficientemente seguro como para estar arriba…
Hay abogados litigantes, que saben guardar en un cajón la paranoia, golpes y heridas que deja esta jungla de asfalto que es el litigio mexicano (o de tierra, hay tribunales no tan favorecidos…). Seguramente, de chiquitos ellos sí se subían al carrusel sin problemas.
Entonces, al consejo de “¡Tienes que ser menos litigante!”, contestaría con el famoso adagio: “Niño que nace gordito, ni aunque lo fajen de chiquito”. O lo que es lo mismo: Se va a complicar…