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Hostigamiento sexual: ¿#MeToo desde México?

El hashtag #MeToo se ha vuelto viral. Y todo desde que se diera a conocer un reportaje de The New York Times, en donde diversas actrices acusan al productor Hollywood, Harry Weinstein, de acoso y asalto sexual. Después de esta publicación, cuarenta mujeres más (entre actrices y otras figuras de Hollywood) se han sumado a la ola de acusaciones en su contra.

Lo que hasta entonces era un chisme a voces (según lo dice el propio NYT), se ha convertido en un escándalo que ha vuelto a poner bajo la lupa la difícil situación que viven muchas mujeres en sus trabajos.

A este tipo de violencia sexual se le denomina hostigamiento sexual*, el cual exige que, dentro de un contexto laboral, el acosador se encuentre en una posición de poder respecto a la de la víctima. El caso más común es el del jefe que acosa sexualmente a su empleada – como sucedió en la mayoría de las acusaciones contra Weinstein. El acoso sexual sería, por su parte, violencia sexual sin que exista subordinación.

El hostigamiento sexual (al igual que el acoso sexual) es una realidad que, desafortunadamente, sucede en todo el mundo. En 2016, por ejemplo, la Comisión por la Igualdad de Oportunidades en el Trabajo en Estados Unidos (EEOC por sus siglas en inglés), reportó una estadística en la que declara que una de cada cuatro mujeres sufre hostigamiento sexual en ese país. En el mismo año, el periódico Excélsior sostuvo que, en México, 1.4 millones de mujeres padecen la misma situación.

Por su parte, la Organización Mundial del Trabajo declaró que, en el mundo, doce millones de mujeres son víctimas de hostigamiento sexual.  

¿Qué tienen en común estas cifras? Que fueron construidas a base de encuestas y de las pocas denuncias registradas, ya que entre el 75% y 90% de los casos de hostigamiento sexual no son reportados.

Lo anterior refleja que existe un sentimiento común entre las mujeres víctimas de hostigamiento sexual, consistente en no denunciar a sus acosadores. ¿Las razones? No resulta difícil adivinarlas: sentimiento de culpa, vergüenza y miedo a las consecuencias, como venganza y pérdida del trabajo. Adicionalmente, según las estadísticas, las mujeres prefieren cambiar de trabajo antes que denunciar, y en algunos casos, aceptan estas conductas a cambio de mejores puestos en la organización.

Que las mujeres no se animen a denunciar, responde al sentimiento de vulnerabilidad y de desventaja que la gran mayoría de ellas sufren. A esto también se le añade el desconocimiento de los recursos legales a su alcance, al igual que la desconfianza respecto de los mismos. Al menos en México, es normal que ante un sistema plagado de corrupción y de burocracia, las víctimas de violencia sexual se sientan desanimadas y sin protección por parte de su gobierno.

Pero ya el caso de Tamara de Anda (@Plaqueta), que se animó a denunciar a su agresor en la Ciudad de México cuando éste le gritó “¡guapa!” desde su taxi, demuestran que el sistema judicial en nuestro país respecto a casos de violencia sexual como acoso u hostigamiento, puede funcionar (digo puede funcionar, porque no nos consta que en todos los casos de denuncia, funcione).

Tenemos también la más reciente sentencia de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que niega el amparo a un hombre que, aprovechando su posición de poder respecto de la víctima, hostiga sexualmente a su subordinada. En esta sentencia con número 3186/2016, se declaró al quejoso penalmente responsable de la comisión del delito de hostigamiento sexual contemplado en el artículo 259 bis del Código Penal Federal.

En ese mismo caso, la Primera Sala sostuvo que el hostigamiento sexual no necesariamente debe incluir contacto físico, sino que puede incluir “insinuaciones, observaciones de tipo sexual, exhibición de pornografía y exigencias sexuales, verbales o de hecho”. De igual forma, la Corte sostuvo que los actos de hostigamiento sexual atentan contra la dignidad, la libertad e integridad física y psicológica de las mujeres y “constituyen una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto”.

Esta última afirmación es lo que finalmente mueve a los hombres a cometer actos de violencia sexual en contra de las mujeres: la necesidad de demostrar su supremacía como género masculino y de sentirse poderosos frente a lo que ellos consideran, el sexo débil. Esta concepción de la naturaleza humana no solo es absurda, sino aterradora. Desgraciadamente, es un patrón que se repite dentro y fuera de México.

¿Qué se puede hacer para minimizarlo y, en el mejor de los casos, erradicarlo? Educar. Educar a los hombres desde que son niños, a que deben dirigirse con respeto a una mujer. A que ellos no valen más que las mujeres solo porque la sociedad así se los ha hecho creer por siglos. A que su fuerza física, la cual en la mayoría de los casos es superior a la del promedio de las mujeres, no les da legitimidad para sentirse psicológica y emocionalmente más fuertes (porque no lo son), ni mucho menos a usarla para causar daño a las mujeres.

Por su parte, educar y empoderar a las mujeres para que sepan qué conductas constituyen violencia sexual, ya que el desconocimiento limita su poder de denuncia. Un estudio dirigido por la EEOC, descubrió que muchas veces las mujeres no denuncian a sus agresores porque no saben si las conductas desplegadas por el agresor se consideran formas de violencia sexual. La investigación concluyó que cuando se tienen claramente identificadas estas conductas, las probabilidades de que se denuncien aumentan.

Si bien en nuestro país el hostigamiento sexual está contemplado en el Código Penal Federal y en las legislaciones locales, es importante que se implementen políticas públicas y campañas de concientización dirigidas a educar a mujeres profesionales para que: iii) sepan todas y cada una de las conductas que constituyen hostigamiento sexual; ii) conozcan el contenido de la ley; y iii) conozcan las formas en las que pueden activar estos mecanismos legales de protección.

Desde luego que la educación no es suficiente. Hay que garantizar el acceso a la justicia a esas mujeres víctimas de cualquier forma de violencia sexual. Recuerdo que un profesor en la Universidad nos decía que la gran mayoría de la gente no se porta bien porque le sale de forma natural portarse bien. La gente se porta bien por miedo a las consecuencias. Si queremos realmente erradicar estas conductas lascivas, hay que evitar a toda costa la impunidad.

No cabe duda que el tema de violencia sexual contra las mujeres da mucha tela de donde cortar, y el día de hoy solo les dimos una pincelada de lo que es una realidad preocupante en nuestra sociedad. Pero como plataforma de comunicación, los ASC estamos comprometidos con este tema y seguiremos publicando al respecto para que nuestros lectores (que sí, ya son más de cinco), estén bien informados.

*Cabe destacar que el hostigamiento sexual también es una forma de violencia contra los hombres. Sin embargo, son las mujeres quienes representan el mayor porcentaje de víctimas en estos casos.

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