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La moda de los Derechos Humanos

Frases que constántemente escucha un maestro/expositor de Derechos Humanos: “Los Derechos Humanos son sólo para los delincuentes”. “Los Derechos Humanos son una moda y para todo los invocan, están abusando de ellos”.

La pregunta es: “¿Y sí?”. La respuesta es: “Pues no”.

Voy a compartir mi pienso narrando una reciente experiencia vivida por el autor, en la más sublime materialización de la evolución, supremacía, y civilización humana: Defendiendo una causa ante un tribunal.

En este espacio llegué a externar mi admiración por un juez bragado, que se atrevió a juzgar contra el establishment, declarando inconstitucionales las fotoinfracciones de la CMDX (se puede ver aquí). Creo que en esa publicación, no puse de relieve una nota de conflicto de interés, que pudo haber motivado mi admiración a esa resolución: el descorbatado autor estaba llevando un caso análogo al ahí resuelto (emoticon de changuito tapándose los ojos).

El caso análogo que estaba litigando, era en relación al famosísimo torito. Un gran amigo cayó en manos de ese sistema, y la estima por la persona en cuestión, fue el móvil perfecto para saciar esta constitucionalista (y pue’ que non sana) curiosidad, por ver qué tan bien estaba diseñado el torito… qué tanto respetaba o no el derecho de audiencia de las personas. Y aunque no lo crean… no respetaba el derecho de audiencia, y se hizo valer esta cuestión ante los tribunales.

Llegó el asunto a instancia terminal, y  tête à tête fui a enfrentar mi destino (o más bien, el de mi amigo que estaba representando), llendo a exponer el caso ante los Magistrados que lo resolverían. El primer Magistrado con el que pasé, en cuanto supo de qué asunto le iba a hablar, me recibió con la siguiente pregunta: ¿Sabe usted Licenciado, cuántas vidas ha salvado el torito? (para quien vio la película de Aladino, entenderá si digo que sentí al genio de la lámpara en forma de abejita, gritando en mi oreja “peligro”, “peligro”).

A pregunta expresa, había que dar respuesta expresa: -Sí Magistrado, muchas. Inclusive yo me cuento entre esos que no manejan, por más mínimo que haya sido el trago; y que igualmente agradecen la existencia de ese operativo- Después de esta bajada de balón, me preparaba soltar lo que pretendía fuera mi tiro a gol: – Pero eso, de ninguna manera puede servir de justificación, para que el Estado haga lo que quiera (Kabum).

Y seguí con mi diatriba: “Estoy consciente que mi asunto huele feo (refiriéndome al caso, claro), porque estoy dando de patadas a un operativo que efectivamente, ha disminuido accidentes. Pero esa noble finalidad del torito, de ninguna manera justifica que el Estado haga lo que quiera. Probablemente es porque estoy joven (seh…), pero sostengo que si queremos vivir en la sociedad democrática y ordenada que pretendemos, debemos de apostarle al Estado de Derecho. A un Estado, con reglas claras, y límites. No a un Estado Padre de Familia Justiciero”.

Después, acudí al recurso de todo abogado postulante, cuando está en problemas, agarrarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dejado en claro, que el orden público, o la paz social, nunca pueden ser justificantes para hacer a un lado las garantías y derechos de los gobernados. Y por ello afirmo, que aún cuando resulte loable y noble el fin del torito, ello no puede justificar que se lleve a cabo sin respetar los derechos de audiencia y defensa del gobernado”.

Y como seguía viendo cara de escepticismo en el Magistrado, tuve que subir la intensidad de mi perorata: “Pensar que el Estado se puede brincar garantías y derechos, cuando lo hace en pro del bien común, y paz social, nos llevaría a un extremo como el de Venezuela. Donde el Estado hace lo que quiere, porque considera es en pro del bien común.”

En ese momento el Magistrado debió de haber pensado “muchacho payaso… por un tema del torito, se fue hasta Venezuela…”. Por lo que me curé en salud, y le dije: “Sé que podrá sonar exagerada mis postura… pero tanto en un caso como el otro, la premisa es la misma: si es por el bien común, puedo hacer lo que quiero”.

Y aquí buscaba llegar al clímax de mi argumento: “Sé que existe una gran sed de justicia en la sociedad, pero como Abogado sostengo que debemos de apostarle al Estado de Derecho. Debemos de apostar a instituciones sólidas y reguladas, no a un Estado que sí hace lo que se considera bueno y  noble, puede hacer lo que quiera. Porque eso, sería alimentar un monstruo”.

-Usted lo que quiere es ganar su caso- Me dijo el Magistrado -No señor, le contesté muy seguro- Lo que quiero es que prevalezca el Estado de Derecho (casi me salían lágrimas de la emotividad…).

Ciertamente vivimos en una sociedad sedienta de justicia. Y es por ello que muchas veces el colectivo social, está dispuesto a justificar que el Estado haga a un lado derechos, para lograr lo que se considera en pro del bien común. Un colectivo social que justifica actos de tortura o privaciones de la libertad sin garantías, porque se sabe es culpable la persona. Pero eso, es alimentar a un monstruo. Y más de una vez, la historia nos ha mostrado que es contraproducente.

¿Bien común a ojos de quién? ¿Del Gobernante en turno? ¿De las mayorías (en perjuicio de las minorías)? ¿Se sabe es culpable la persona por lo que la prensa le ha publicado? ¿Por lo que salió en un video que está en youtube? ¿Y por eso ya es dable privar de la libertad aunque no se hayan respetado garantías mínimas?

O como en el caso de mi defendido: ¿Se afirma tenía alcohol en la sangre porque así lo pitó un aparato que quién sabe quién y cómo calibró; o quién haya usado antes? ¿Cómo se puede tener certeza si no hay audiencia y defensa el gobernado (aunque sea poquita…)?

Maduro repele marchas y controla la economía de la manera que lo hace, por el bien común. Trump ha estado ordenando prohibir el acceso a determinadas nacionalidades por el bien común. Erdogan arresta gente por sus publicaciones en redes sociales, buscando el bien común.

Evidentemente, no es de fácil desarrollo la bonita premisa de “apostar a instituciones sólidas y reguladas”. Porque no no sólo obliga a respetar derechos humanos al momento de sancionar. Sino también a diseñar mecanismos de vigilancia del Estado, y ejecutarlos de tal manera, que se logre el objetivo apuntado, pero sin menguar derechos humanos. Esta publicación no tiene como finalidad dar un A B C de cómo debe de ser. Sino externar una postura, que se espera sea compartida; y de ser el caso, cada quien colabore desde su trinchera.

No busco un estado Omnipoderoso, ni un Estado Maniatado. Tenemos que apostarle a instituciones sólidas y firmes, en las cuales el Estado haga su función, pero siempre, respetando los derechos humanos… Porque de lo contrario: ¿Quién vigila al vigilante? Ya Ironman y el Capitán América, nos hacían ver lo difícil que es contestar esta pregunta…

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