Piensos del Autor

¿Y si el Presidente decreta algo contra la razón?

Sí ando preocupadón. Porque desde hace tiempo no había una persona con tanto poder en el País. Y digo persona, para claramente él es quien tiene el poder, no el partido político que logró arrasadoras mayorías en la elección del domingo pasado. Su gabinete lo demuestra: regularmente en la dinámica política de este país, las secretarías son concesiones que el titular del poder ejecutivo hace a los distintos grupos de poder que lo apoyaron para llegar a la meta.

Pero en este caso no. A lo que López Obrador le debe haber llegado al poder, es al éxito y arrastre de su persona. Es por ello que su gabinete es netamente lopezobradorista. Están los que él quiere.

La Suprema Corte de Justicia de nuestro País se ha dado a la tarea de tender la cama para que si llega un Presidente con mayorías como las del recién electo, pueda hacer lo que quiera, aun por encima de la razón. En el video que se ve haciendo clic AQUÍ el descorbatado autor razona porqué López Obrador con sus abrumadoras mayorías, prácticamente podrá hacer lo que quiera.

Hay una máxima que dice “NADA POR ENCIMA DE LA CONSTITUCIÓN”. Y hemos de reconocer que la Suprema Corte de Justicia se ha encargado de respetarla a ultranza, nada por encima de esta Carta Magna. Ni siquiera la razón o la propia Suprema Corte.

Digo lo anterior en base a dos directrices que ha definido la Suprema Corte:

1.- Si el texto de la Constitución contiene una restricción, prohibición, o limitación a algún Derecho Humano, estas deberán de prevalecer por encima de cualquier Tratado Internacional. Y desde luego, por encima de cualquier sana y razonable interpretación/valoración al Derecho Humano del que se trate.

En este proceso electoral se padeció una de esas limitaciones a Derechos Humanos que contiene la Constitución: en su Artículo 41 señala que “ninguna persona física o moral podrá contratar propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor ni en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular”.

Lo anterior desde luego que es una limitación al derecho humano de Libertad de Expresión. Pero como está en el texto Constitucional, ni Dios Padre la puede cuestionar (al menos en este mundo terrenal).

Y no puedo evitar decir, que esta limitación a la libertad de expresión fue producto de una concesión que en 2007 hizo el partido en el poder, a favor del entonces derrotado y hoy ganador candidato presidencial. Para que la iniciativa privada no le volviera a decir que es un peligro para el País.

2.- Las reformas a la Constitución, no pueden ser Inconstitucionales. Se quedan, ni Dios Padre las cuestiona y bai. Me parece que el último intento más sonado fue un Amparo en contra de la importante reforma electoral que se hizo en el 2007. Donde se limitó la Libertad de Expresión en los términos antes referidos, y otros más.

Este amparo fue promovido por varios miembros de la intelligentsia mexicana. Y se le conoció como “el Amparo de los Intelectuales”. En base a un voto particular que un Ministro de la Suprema Corte llegó a hacer cuando López Portillo manejaba el País a su antojo, los intelectuales alegaban que la Constitución debe de ser vista como un catálogo de principios y derechos. Y si esta sufría un cambio en contravención a esos principios que protege, se debía declarar inconstitucional ese cambio constitucional.

La argumentación antes referida fue un elocuente intento de tratar que prevaleciera la razón, por encima de la tiranía de los factores reales de poder. Un maestro en Teoría de la Constitución, nos enseñó que eso es la Constitución: la suma de los factores reales de poder. El problema viene cuando los factores reales de poder, están prácticamente concentrados en una persona. Como sucederá a partir del 1° de diciembre de este año.

Los temores del descorbatado autor no solo emanan de esta referida concentración de poder, sino de los antecedentes al caso: (1) la limitación a la libertad de expresión para temas electorales, fue una concesión hecha al recién elegido Presidente; (2) la amnistía que él llegó a proponer en campaña, destacando que esta semana su futura Secretaría de Gobernación reconoció que contravendría tratados constitucionales, pero si la sube a la Constitución, bai…; (3) su ya externada desconfianza a la sociedad civil, podría hacer que se le continuara menguando su libertad de expresión; (4) su recién propuesto como Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, cuando jefe de gobierno llegó a decretar medidas que buscaban privilegiar a los tianguis, por encima del derecho de la gente a elegir dónde comprar mercancía, las cuales la Suprema Corte llegó a declarar inconstitucionales. Pero si las suben a la Constitución, bai…

Cuentan que cuando López Portillo iba a hacer algo que sus asesores le advertían era inconstitucional, él se ufanaba de que era “abogado de los buenos”, y por eso lo iba a poner en la Constitución. Para que nadie tocara lo que hiciera. Esa receta ha sido bien aprendida por la clase política mexicana. Pero ahora se vuelve muy peligrosa (de nuevo), porque los factores reales de poder (de nuevo) están prácticamente concentrados en una persona.

A lo mejor no pasa nada, y sólo me estoy inventando preocupaciones. Pero si pasa, espero este texto pueda llegar a los ojos de un Ministro de la Suprema Corte (o de dos), y tomando en cuenta que el fin último de un marco jurídico es “que la sociedad estén en orden” (perdón por lo ramplón de mi concepto), se animen a decretar que lo que debe prevalecer, es la razón. No lo que dicten los factores reales de poder. O más bien, “el” factor real de poder.

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