Piensos del Autor

¿Los niños son la esperanza de México? No

Este artículo está saliendo un poco tardío. Lo ideal, es que hubiera sido publicado en vísperas del día del niño.

Particularmente a finales de abril de cada año, se oye con más intensidad esa famosísima frase de “Los niños son la esperanza de México”. Pero el Descorbatado Autor no la comparte, al que escribe le parece muy cómodo pasarle la factura a las nacientes generaciones, para que sean estas quienes cambien las cosas. El Autor considera que la esperanza somos nosotros, las generaciones activas y las otoñales (no se va a delimitar a partir de qué edad es cada generación, para evitar susceptibilidades).

Cuando suena la ya referida famosísima frase, vienen a la mente el Autor dos escenas, una vivida y otra leída. La vivida: El Autor tenía aproximadamente 20 años, y fue a una comida de abogados con su entonces jefe, quien tenía 27 años. Ahí se estuvo platicando con un abogado varios años mayor, quien en un momento de la conversación dijo: “Ustedes los jóvenes son la esperanza para que las cosas cambien”. Y el entonces jefe del Autor le contestó: “¿Los jóvenes somos la esperanza, o somos víctima de los vicios que su generación nos está dejando?”

Se reitera, es muy cómodo decir “que los jóvenes cambien las cosas”. Pero se debe tener presente, que los jóvenes deben hacerse y crecer, en una realidad marcada y delimitada por las generaciones que les preceden. “¡Pues que los jóvenes cambien las cosas!” La idea es buena…

La escena leída: En el libro de “La Columna de Hierro”, que narra la vida de Marco Tulio Cicerón. Para quien no lo ha leído, es más o menos la historia del Rey León, pero con un final de la vida real.

El libro antes referido, está situado en la época del Imperio Romano y sus tiranos. La escena a la que se refiere el Autor, es un momento donde Marco Tulio encara al tirano en turno, Sila. Cicerón le reclama al tirano su populismo, y actos que estaban llevando a Roma a la miseria. Después oír los reclamos de Marco Tulio, Sila le preguntó: “¿Y por qué me dices eso hasta ahora? Si cuando llegué a Roma hubiera habido diez como tú para detenerme, no hubiera entrado a gobernar”. A ello, Marco Tulio dio esta respuesta si alcanzó a conmover al Autor: “Porque cuando llegaste a Roma, estaba ocupado trabajando para mantener a mi familia, pero ahora que puedo vengo a detenerte”.

Ciertamente debemos de cuidar a las generaciones que están llegando, porque en algún momento ellos tomarán las rindas de esta demarcación geográfica llamada México. Pero lo que no podemos hacer, es pasarles el pato de que arreglen y cambien las cosas. Nosotros también tenemos una responsabilidad.

Es irónico: conforme una persona crece, va teniendo más posibilidades de cambiar la realidad: por las relaciones que se van adquiriendo, por conocimiento de cómo funciona el mundo, e inclusive, porque ya se va teniendo un patrimonio que da tranquilidad y oportunidad de voltear a otros lados. Pero al mismo tiempo, conforme pasa el tiempo la persona se acostumbra al establishment y va perdiendo esos bríos propios de la juventud.

Todos queremos vivir en un entorno mejor, y creo que sobradamente nos ha quedado claro, que no va a llegar un Tlatoani a mejorar nuestra realidad. No endosemos la esperanza de que las cosas cambien en las generaciones entrantes, y cada quien hagamos lo que podamos desde nuestra trinchera. Siempre hay algo que se puede hacer.

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