Esta semana el Senado aprobó la Ley de Comunicación Social, o mejor conocida como “Ley Chayote”. Y si el Presidente no la veta, la publicará en el Diario Oficial de la Federación, para formalmente ser ley.
La aprobación de esta ley nos obligó a investigar dos cosas: El contenido de la ley, y porqué le denominaron “ley chayote”.
Empezamos por lo segundo, que está más cotorro: La expresión “medio chayotero” se usa para denominar a los medios de comunicación que se prestan a hablar bien o mal de alguien, a cambio de un pago (en especie, numerario, o especie -favores-).
Y tomando en cuenta el espíritu de la “Ley de Comunicación Social”, era evitar que el gobierno usara “medios chayoteros”, es que se le denominó así.
La segunda cuestión, que no está cotorra, pero es el verdadero motivo por el cual nos leen (creo… si es que nos leen…): ¿Esta ley evita que el gobierno le “dé chayote” a los medios para que no le peguen tanto?
Respuesta rápida: No.
Ciertamente la “Ley Chayote” establece la necesidad de que las distintas dependencias que contraten publicidad, transparenten su gasto. EL artículo 41 de de la normatividad señala puntualmente lo que debe de reportar el ente público: recursos presupuestarios, proveedores, pago realizado…
Asimismo el Artículo 42 señala que las dependencias deben informar a sus diputados (federales o locales, según sea el orden de gobierno al que pertenezca la dependencia), respecto a los gastos en publicidad.
Pero esta ley no resuelve lo que todo México esperaba (bueno, la parte de mexicanos que no vive de los impuestos, ni de la prensa): Un límite o “control duro”, a lo que se gasta en publicidad. Sólo señala que el gasto en publicidad “debe de ser proporcional al fin de la campaña de comunicación” (#guareverdatmins).
Para que naciera esta normatividad se conjugaron principalmente tres factores: la gran indignación social por las monstruosas cantidades de dinero que se gastan en publicidad; una sentencia de Amparo dictada por la Suprema Corte, donde ordena al poder legislativo sacar este ordenamiento (al haber mandato Constitucional expreso que estaba siendo incuplido); y la cereza del pastel: un reportaje de The New York Times.
Este reportaje reflejó que el Gobierno Mexicano seguía aplicando la de “no te pago para que me pegues”. El periódico extranjero reflejó como “casualmente” los periódicos en los que el Gobierno Federal gastaba más publicidad, “le pegaban menos”.
A los dos segundos de ese reportaje, los periódicos aludidos salieron a decir que “no era cierto, que si uno se fijaba en sus editoriales y pluralidad de notas, se veía la imparcialidad del periódico”.
La mejor respuesta a ello, la da Jorge Castañeda en una editorial que escribió. En la cual señala “que aún para un ego como el suyo” (así dijo…), se debe reconocer que “las editoriales no pesan tanto” en la opinión pública, como sí lo hacen los encabezados y primeras planas de los periódicos.
Y seguramente sí son plurales las editoriales y páginas interiores de los periódicos que recibieron importantes cantidades de publicidad. Pero sus primeras planas y encabezados… parecían acatar la ya referida máxima: “No te pago para que me pegues”.
Esta “Ley Chayote” tiene una última belleza: señala que los medios que deseen recibir publicidad oficial, deben registrarse ante un padrón de la Secretaría de Gobernación…
#kiubo… para que quede claro cual es el cuero del que salen todas las correas…
Vamos viendo qué medio de comunicación critica (con autoridad moral) esta Ley de Comunicación. Porque sólo podrá tirar la primera piedra, el medio que no esté en el padrón de Gobernación…
Que bien se siente estar libre de algún pecado, para tirar una primera piedra.