Voy a arrancar este artículo revelando intimidades familiares: como pueden ver al final del mismo, donde refleja quien tuvo el atrevimiento de escribir esto, el descorbatado autor tiene tres apellidos: “López-Acosta” (el paterno), y “Sandoval” (el materno). ¿Por qué mi apellido paterno es compuesto? Por la misma razón que estudié derecho: porque mi papá quiso.
Este artículo tiene dos objetivos: celebrar el día internacional de la niña (que fue el pasado 11 de octubre), y generar disputas entre las parejas que puedan llevar al divorcio, para que nos contraten.
Mi papá, con el ánimo de que “no se perdiera” el apellido de su mamá (es decir, mi abuela paterna), me puso como apellido paterno sus dos apellidos. Y el guión que hay entre “López” y “Acosta”, fue una flamante iniciativa del oficial del registro civil, que recuerdo cada que hay problemas porque en mis identificaciones aparecen mis apellidos de diferente forma (unas con guión, otras sin guión)…
Lo anterior me generó uno de los tantos traumas de la infancia. Cuando no era consciente del calentamiento global y daba por hecho mi destino era traer más gente al mundo, me ponía a pensar cuan largo sería el apellido de mi potencial descendencia: “Si yo soy López-Acosta Sandoval… eso quiere decir que mi hijo va a ser López-Acosta Sandoval + apellido de la que se rife a reproducirse conmigo… y luego el apellido de mi nieto sería López-Acosta Sandoval + ____ +_____ y así sucesivamente…”.
A lo mejor el miedo al apellido kilómetrico que quedó en mi inconsciente, y no el calentamiento global, es lo que me hace pensar no es buena idea que aporte más gente al mundo…
Pero toda la era new age de derechos humanos ha traído como consecuencia que si se quiere “conservar transgeneracionalmente” el apellido materno, ya no resulte necesario poner a los niños, apellidos que no quepan en el espacio que los exámenes de la escuela te dan para poner tu nombre. O si tienes puras hijas “y no quieres que se pierda el apellido de la familia”, ya no será necesario que traigas más bendiciones al mundo, “hasta que nazca un niño que pueda continuar el apellido”.
Acorde a la interpretación que los tribunales han dado al nombre, y a los derechos humanos alrededor de este, es válido que una pareja le ponga a su hijo(a) los apellidos que quiera… Claro, siempre y cuando los apellidos vengan de los papás.
La finalidad del apellido es establecer filiación. Revelar de dónde vienes. De ahí que no se pueden agarrar apellidos del vecino (o de las telenovelas). Pero mientras los apellidos vengan de los papás… que los acomoden como quieran…
El infante puede tener como apellidos: primero el apellido materno de la mamá + el apellido materno del papá. Así de disruptivo puede estar el cotorreo…
Considerar que que no hay vuelta de hoja, y que por fuerza el menor debe de tener la estructura de apellidos a que está acostumbrada la sociedad mexicana: primero el apellido paterno del papá, y luego el apellido paterno de la mamá, sería hacer menos los apellidos maternos. Y ello es violatorio al Derecho Humano de Igualdad.
Desde luego que la progresista pareja que quiera ponerle una combinación disruptiva de apellidos a su hijo(a), no está exenta de toparse con un Oficial de Registro Civil con un dedo de frente, que les diga: Ei no, así no se puede. En ese caso habría que presentar un bonito amparo para que prevalezca lo que los Abogados Sin Corbata dicen (perdón, lo que dispone la Constitución…).
Así que si tú y tu pareja van a tener un(a) hijo(a), y no se han puesto de acuerdo en cuál va ser su nombre… agárrense… porque los Abogados Sin Corbata ya pusimos en la mesa otro elemento de disputa (perdón, de diálogo entre la pareja): ¿Cómo van a quedar conformados los apellidos del retoño que está por venir…?
Qué barbaridad con esta era millennial… ¿qué sigue? ¿qué ahora cuando los hombres se casen, cambien su nombre en facebook para poner su “nombre de casados”: Juan De (y el apellido de su esposa). La Constitución y los Derechos Humanos estarían muy contentos de ver eso.
