Apto para público en general

¿Cuánto vale la vida?

Vi la película, sí me gustó, y aquí destaco 2 cosas de la misma:

1 El papel de las reglas. La gran villana de la película son “las reglas”. Y no comparto que se les deba de ver como villanas, que se deba mandar al diablo las reglas para “poder decidir lo más justo en cada caso”. Eso nos llevaría al caos como sociedad.

El abogado Ken Feinberg (Michael Keaton) estableció unas reglas para fijar una indemnización por las personas que perdieron la vida en el ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre.  A lo largo de la película no se explica a detalle cómo funcionan las reglas, pero sí se destacan aspectos cuestionables de las mismas. 

Por ejemplo, acorde a las reglas se pagaba una indemnización mayor por la muerte de un alto ejecutivo, que por la muerte de una persona que limpiaba pisos. Bajo el argumento de que “aun cuando la vida de ambas personas vale lo mismo”, “no valen lo mismo las hipotecas que cada uno pagaba”. 

Tras escuchar las críticas a las reglas y sensibilizarse con los casos de las víctimas, Ken Feinberg decide tomar acciones para actuar de manera más justa, pese a que ello implique “no seguir las reglas a raja tabla”. La película no detalla qué tanto se apartó Ken de las reglas, solo nos da ese elemento de satisfacción tras hacernos sentir que Michael Keaton (nuevamente) se pone la máscara de Batman para darle a cada quien lo justo, a pesar de lo que dijeran las reglas. 

Y sí, es positivo que todos tengamos como meta la justicia; que no veamos las reglas como un fin en sí mismo. Pero no es positivo que consideremos la solución a los problemas es mandar al diablo las reglas para hacer lo que consideremos es justo (o para permitir que otros hagan lo que consideren justo). 

La película transcurrió como debía de transcurrir. Evidentemente no es una “película de filosofía del derecho” (si es que las hay), y no se iba a meter al detalle de “cómo es que Ken logró atenuar las injusticias de las reglas, sin que ello implicara una antijuridicidad analizando todo el sistema norteamericano en su conjunto (si es que así lo hizo, y no simplemente mandó al diablo las reglas)”. 

Pero este espacio, que a veces aspira a ser filosófico, sí pretende ir un paso más allá de la película, y externar que las reglas son necesarias para vivir en una sociedad. Externar que si las reglas nos parecen injustas, la solución no es mandarlas al diablo; sino buscar atenuar su injusticia usando todas las otras herramientas del derecho: principios, precedentes, otras reglas de mayor rango, una argumentación consecuencialista -que revele no serían deseables las consecuencias de las reglas cuestionadas-, etc. 

¿Cómo se logra lo anterior? Para eso se supone que los abogados debemos estudiar filosofía. 

Aunque es seductora la idea de que cada persona pueda hacer lo que considere justo, no es lo ideal. Porque los decisores no siempre llevarán un Batman en su corazón (como Michael Keaton). No siempre el decisor tendrá la sabiduría del Rey Salomón. 

Si bien es cierto que las reglas pudieran limitar el actuar de alguien con la sabiduría del Rey Salomón; también lo es que las reglas pudieran limitar la perversidad o torpeza de alguien que no tenga esa sabiduría. Por eso como sociedad, lo conservador es apostar por las reglas, aprender a vivir con ellas (Schauer, 2004, 214). 

Las reglas nos llevan a la solución subóptima, la segunda mejor solución (Ibídem, 203). Pero como sociedad es mejor vivir así, a dejar la cancha abierta con la ilusión de que llegue Batman a gobernarnos, porque al final puede ser que llegue el Pingüino. Es mejor tener y respetar las reglas. No vaya a ser. 

2. La fuerza de la sociedad civil organizada. Es de destacar la forma en que hizo contrapeso Charles Wolf (Stanley Tucci). Él se opuso a las reglas que fijó Ken con argumentos, sumando a los demás afectados, y haciendo pública su protesta. No ofendió, no agredió, no incendió

Fue proactivo, buscó el diálogo con la autoridad, y logró hacer un contrapeso. Ciertamente no fue el Robin Hood que le quitó el dinero al gobierno para repartirlo entre los afectados según su criterio de justicia. 

Pero así debe de ser el contrapeso de la sociedad civil. Dentro del marco institucional y racional. Aunque ello nos lleve a una solución subóptima: la segunda mejor solución. Porque si esperamos que los actores sociales sean un Robin Hood (y lo permitimos), estaremos abriendo las puertas al caos. 

¿Qué dijiste campeón? ¿Que no dije cuánto la vida? En este bonito espacio hay un artículo que escribí del tema hace 4 años (López-Acosta, 2017).

Citas utilizadas:

López-Acosta, E. (2017, agosto 11). ¿Cuánto vale que lastimen tu corazoncito? Abogados sin corbata. https://abogadossincorbata.com/cuanto-vale-lastimen-corazoncito/

Schauer, F. (2004). Las reglas en juego. Un examen filosófico de la toma de decisiones basadas en reglas en el derecho y en la vida cotidiana. Marcial Pons. https://www.ilustracionjuridica.com/producto/las-reglas-en-juego-frederick-schauer-pdf/

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